Acueducto-de-Segovia1

El Acueducto de Segovia, en su zona más importante y conocida, puede considerarse desde los puntos de vista ontogenético y filogenético como superposición de dos puentes de arcos. El inferior, con pilares de altura variable escalonados en adecuación con la altura, tiene una corporeidad muy apropiada a sus condiciones de trabajo y está firmemente cimentado sobre roca. Sus arcadas con tímpanos enjutados hasta el nivel de claves, se coronaban por una hilada corrida que asomaba en ambos paramentos moldurada en cornisa. En el transcurso de cerca de veinte siglos esta hilada ha desaparecido casi totalmente, pues sus sillares sin unir por aglomerante se desmontaban con facilidad a excepción de los retenidos directamente por los pilares del puente sobrepuesto.

Este segundo puente de altura constante con arcadas iguales que recortaron en el cielo su silueta de medio punto sobre cuadrado típica de los acueductos romanos en España, tiene pilares muy esbeltos para ser de fábrica sin aglomerante. Además, las condiciones de apoyo sobre el puente inferior han empeorado al desaparecer de éste los sillares de su hilada de remate, pues los pocos que permanecen dan a los pilares bases incompletas y a veces excéntricas que, por tanto, aumentan su esbeltez dándoles una hilada más y complican la transmisión de esfuerzos. En cambio, la coronación de este segundo puente es perfecta pues sobre la hilada en cornisa que aquí no se pudo desmontar tenemos como remate un ático de casi 1’50 m de altura, robusto dintel estabilizador del conjunto, ya que su fábrica es la única con aglomerante en toda la obra. A este dintel se debe la pervivencia del monumento, dintel que serena el aspecto de la obra y que no tiene justificación funcional ya que la caja (specum) recorta su insignificante sección de 0’30 x 0’30 m en el plano de remate, centrada entre dos filas de losas con superficie premeditadamente irregular vertiendo hacia dentro y asomando ligeramente de paramentos para esbozar una cornisa final.

Acueducto-de-Segovia

Existe un marcado contraste entre los dos puentes: el inferior, bien cimentado y con mala coronación, frente al otro supercoronado y descansando sobre las enjutas del inferior, zonas las más defectuosas de toda la fábrica. Defectuosidad congénita a ambos puentes, consecuencia de la inexistencia de aglomerante en sus fábricas, que se evidencia al suponer que arrancáramos una dovela cualquiera de sus arcos, y mejor una que sea perpiaño. La consecuencia fatal sería la ruina de toda la obra, pues el hueco de esa dovela iniciaría un desmoronamiento de las sucesivas del mismo arco, que se propagaría sin detención a los sillares del  tímpano contenidos por ellas; los pilares del arco desmoronado se desplomarían por desequilibrio de empujes arrastrando a los dos arcos adyacentes, que se vendrían abajo sin remisión, y así sucesivamente.

El celebrado ático podría sustituir en cada tramo el arco que cobija, si existieran dos efectivos pilares que hasta él llegaran, prolongando los existentes a través de los tímpanos formando entrambos un pórtico con el ático, un pórtico que recogiera los pesos correspondientes, quedando el arco como simple apeo. Lo mismo ocurriría en las arcadas inferiores, en las cuales los arcos tienen premeditadamente el papel de apeos, si hubiera elementos verticales eficaces, para empalmar directamente los pilares existentes, pero en lugar de éstos tenemos amontonamientos de sillares contenidos por los arcos que trasdosan.

Esta aspiración a conseguir pilares verdaderos en toda la altura será la meta en la evolución de los acueductos romanos, siendo ejemplar lo conseguido en el acueducto de Los Milagros, de Mérida.

Acueducto-de-Segovia2

La idea directriz en la evolución del tipo que acabamos de exponer nos ha dado la pauta fundamental de nuestro proyecto y, siguiéndola, hemos tratado de conseguir trayectorias verticales de esfuerzos desde ático a cimientos, enlazando los dos pilares existentes entre sí y con el dintel de coronación a través de los tímpanos, evitando las trayectorias herniosas dentro de éstos. Esto lo hemos conseguido reconstituyendo parte de la fábrica mediante inyecciones de cemento para osificar espinazos verticales dentro de las zonas amorfas de sillares sueltos. Esta vertebración se ha llevado a lo indispensable, para cambiar en lo mínimo la rigidez longitudinal del conjunto, pues no hay que olvidar que los cambios de temperatura producen deformaciones de consideración en la alineación de arcadas con más de 250 metros.

De acuerdo con esto, las inyecciones de mortero de cemento se han localizado en las zonas de tímpanos alrededor de los ejes verticales de apoyos, vertiendo el mortero fluido a través de perforaciones realizadas desde la caja para los tímpanos superiores y desde los apoyos de pilares para los inferiores. Al ir  penetrando la lechada de cemento se extiende ocupando zonas trapeciales con dimensión estricta en zona de vertido, ensanchándose para penetrar en arranques de arcos, con lo cual conseguimos, además, en éstos, unos salmeres eficaces simétricos que reducen su luz e impiden la caída de las dovelas de arranque.

Vista la reforma globalmente, hemos conseguido pasar de la inestabilidad de castillo de naipes que tiene la sucesión de arcadas superpuestas de fábrica sin aglomerantes, a la serenidad satisfactoria de una estructura con retícula rectangular de vigas y pilares.

Este objetivo fundamental se ha completado con otras atenciones locales que son las siguientes:

-Recalce del cimiento de un pilar, excepción a la regla de firmeza que habíamos apuntado, donde a causa de la transformación del suelo por obra humana y erosión complementaria había quedado a ras la base de apoyo. Se hace con marco de zunchado y pilares de poco diámetro partiendo del mismo.

-Reparación de sillares y dovelas perpiaños, rotos en el ajuste natural de los movimientos de adaptación entre fábrica y cimientos, y entre los sillares inmediatos cuyas superficies de asiento no se prepararon debidamente para un contacto directo sin mortero intermedio. Se han cosido mediante barras metálicas introducidas en perforaciones previas, que se rellenan con inyecciones a base de epóxido, el cual penetra también en la falla del sillar,

-Derribo de unos desconsiderados muretes que sobre las losas de coronación se colocaron en el siglo XIX, cuando las guerras carlistas: dos muretes longitudinales almenados para improvisar un camino cubierto convirtiendo el canal en adarve, atentado que se agravó a principios del siglo XX con otros dos muretes y su tapa dentro de los anteriores, para llevar protegida una tubería metálica a presión que obstruyó el canal no dejando correr ni el agua de lluvia ni la de sus propias fugas, que se filtraban por la fábrica permeable del ático y rezumaban por las juntas entre dovelas de arcos superiores, contribuyendo a su deterioración dado el clima tan extremado en invierno.

Acueducto-de-Segovia3

-La superficie de la fábrica con terminación deliberadamente tosca ha sufrido la correspondiente meteorización, pero esto no afecta prácticamente a las cualidades resistentes de sus sitiares, salvo en las dovelas de bóvedas superiores como acabamos de indicar.

-En el proyecto al objetivo inicial de consolidación, es decir, de restaurar y aun mejorar como hemos visto, las cualidades resistentes iniciales de la estructura, se ha emparejado otro de orden estético: restaurar la integridad artística del monumento, desmontando lo añadido bárbaramente y reintegrando en lo posible lo arrebatado también bárbaramente.

Así, las condiciones resistentes se han restaurado y aun mejorado con las inyecciones, sin afectar al aspecto de la fábrica, pasando inadvertida consolidación tan necesaria (tampoco se ve el refuerzo del cimiento). Por otro lado, desmontando los muretes añadidos, hemos mejorado las condiciones de conservación del monumento al dejar libre el canal que se ha impermeabilizado con un tratamiento de las juntas a base de mortero flexible de epóxido, y hemos restablecido las condiciones hidráulicas del Acueducto, que podrá seguir transportando agua rodada (“in perfecta equalitate” como diría Vitrubio).

Por último, aunque sólo en parte, hemos restablecido la silueta que los romanos dieron a nuestro Acueducto, pues la línea de coronación vibra en su primitiva línea al unísono de todas las verticales que se dejaron premeditadamente sin rectitud. Pero la otra horizontal, la de coronación del piso inferior, sólo se ha restaurado a origen en las cuatro arcadas centrales.